Ya las bicicletas las habíamos dejadas puestas en el carro el día anterior, asi te sin más preámbulos iniciamos nuestro camino hacia Beteta, enviando como avanzadilla al coche de Lucas para tomar posesión del alojamiento concertado.
Durante el viaje algo hacia percibir que esta edición sería diferente. Durante el trayecto fuimos pendientes de si se producía algún avistamiento de animales, observando que no había en esta ocasión más coches como el nuestro que transportarán bicicletas.
Una vez llegados a nuestro lugar de destino nos dirigimos al Ayuntamiento, lugar habitual para la recogida de dorsales, cafecito mañanero mientras veíamos salir a los corredores del recorrido largo, posteriormente nos dirigimos hacía el carro para recoger nuestras monturas y prepararnos para la salida de nuestro recorrido.
Llegamos con bastante tiempo de antelación, lo que nos permitió colocarnos en un buen lugar para efectuar una comoda salida, aunque también pudimos comprobar que en esta ocasión había menos bikers que en ediciones anteriores.
Y así fuimos hasta la localidades del Tobar, donde en las primeras rampas ya fuimos separandonos, yendo cada uno a su ritmo. Así es como transcurrió toda la marcha, aunque no todos la acabamos de la misma manera.
Ya en el primer tramo un poco técnico y la senda de bajada al río Martín, Rubén y Chile la realizaron juntos por delante de Lucas, que optó por dejar pasar a varios corredores para ir más seguro y ya por detrás el infatigable trío Mora, Ruso y Tapi.
Desde aquí ha el grupo se rompió, y no nos volvimos a reunir hasta una vez traspasada la línea de meta en la plaza del pueblo.
Volviendo a la carrera en cuestión, una vez cruzado el río, donde cada uno lo hizo como mejor convino, al afrontar la dura y rota rampa de ascenso, Martín ya puso tierra de por medio, Chile adelanto incomprensiblemente a Rubén, al que se le vio algo tocado, ya en la cima Lucas alcanzó a Chule y continuaron junto hasta el primer avituallamiento, haciéndose presente un inesperado calor que no había sido anunciado.
Esperando allí, Rubén apareció y sin detenerse nos comunicó que abandonaba la prueba y se dirigía directamente al pueblo y desde allí a cada. El incombustible trío a su marcheta.
Martín siempre por delante, Chule ánimo a Lucas a que continuase que él paraba un rato más para quitarse ropa y recuperar algo más, la sensaciones no eran buenas, demasiado calor al llegar a la corta pero dura rampa que hay después de cruzar la carretera y que nos lleva por pistas hasta Santa María de Val, en la postrimerías de la empinada senda, de nuevo hubo contacto visual entre estos dos chinches, viendo co Lucas fué capaz de alcanzar la cima sin apearse de su montura, arriba y descendiendo le entretenida senda de bajada volvimos a juntarnos para continuar así hasta Sta. María del Val, lugar del segundo avituallamiento. El trío continuaba a su chano-chano.
Una vez convenientemente saciada nuestra sed y aprovisionados de alimentos, seguimos la marcha, advirtiendo al compañero de vos dura rampa a la que debíamos de enfrentar en el momento que cruzasemos el puente abandonando la carretera para enlazar con la pista, su p... Madre, esa fue para mi la puntilla, desfondandome al subirla, mientras que veía como Lucas adelantaba a todo aquel que por bella transitaba. Esperandome más adelante, allí le indique que él continuase hacia delante que yo ya no marchaba.
Martín seguia por delante y el trío de cierre cin su especial transitar.
Arriba y con la vista de Lagunaseca, sabiendo lo que quedaba de recorrido, decidí abandonar la marcha y regresar a Beteta por carretera, avisando al grupo.
Para el resto de los componentes la marcha continuaba, solventando si ningún problema los kilómetros que restaban hasta el final, a pesar de los dos rampones que aún le quedaban por escalar, en especial el segundo, después del vadeo del río y que finalizó en el tercer y último avituallamiento.
La recompensa la ofrece las impresionantes vistas a la Laguna del Tobar y la entretenida senda de bajada hacia Beteta.
Al final cada uno fue llegando a meta tras un período de tiempo de pedaleo entre 4 o 5 horas, con algo de cansancio en sus cuerpos, pero con unas grandes caras de satisfacción.
Debidamente agasajados con sus medallas de finisher y apaciguada sus sed, entre comentar la prueba y reponer fuerzas, se puso punto y final a tal hazaña o gesta.